domingo, 26 de abril de 2009
Manas

¿Cómo podría respirar tu mente sin devorar su sustancia, que soy yo?
Roberto Calasso, "Ka"
Otra vez
sus invisibles dedos que descorren
el cortinado espeso y circular
de este ámbito que aloja
arena indestructible de cristales minúsculos
y amasando su semen con la sombra
da forma evanescente al agua de los días.
Nuevamente el fulgor , el rayo de la Noche
esa luz que revela el espacio del tiempo
y el coro de las voces,
estridencias
del canto de un mortal entre callados dioses,
su música de afueras, atravesando el muro.
Cada vez
desde un prisma en el que fluyen
sus leves movimientos
una arista se talla en el diamante único
y aparecen los mares y el desierto
la extensa cordillera encadenada al cielo
la obstinación helada de los vientos que fijan
su ruta sin ser vistos,
más allá del paisaje de todo lo que arrastran
con sus nubes de polvo,
sus olas irascibles,
sus árboles sumisos.
Otra vez
sin dominio ni excusa ni sentido
el caos que gobierna nuestra esquiva conciencia
se jacta ante nosotros del poder de sus brazos
y sopla sobre heridas de tortura
un alivio inconstante al que rendimos
honores y deseos y la sangre
la sangre
de una porción de tierra,
del hijo que es tormento nacido de la carne,
de la renuncia al mando de infinitos rebaños
que esparce por los montes esa gracia indecible:
corderos alineados bajo el golpe
de una vara nudosa, consecuente,
insaciables, famélicos, corderos
que aceptarán la piedra del altar elegido
-su frialdad penúltima-
con vaga mansedumbre
cuando entreguen
humores y latidos, el desgarro
de sus vísceras nobles como un cáliz
cuenco de ajenas brasas,
pira en la que se enciende
otra vez, cada vez
el turbio aceite que arde demarcando confines,
el agua que nos lleva y que nos trajo,
su incesante murmullo,
que es sustancia del mundo.
jueves, 23 de abril de 2009
Iban por el jardín

Iban por el jardín, y él discernía
en la fosforescencia circunstante
los sentimientos de su acompañante;
iban por la avenida más sombría
bajo el vapor azul que descendía
desde el ramaje azul de la fluctuante
noche húmeda de enero sofocante
que un relámpago lejos encendía.
No sumaban treinta años, y el instinto
les dió a entender que era mejor sentarse
sobre el declive de un cantero oscuro.
Y se tocaron, y en el laberinto
entraron que no puede devanarse
de la repetición y de lo impuro.
Juan Rodolfo Wilcock
domingo, 19 de abril de 2009
Epitafio

Como una obvia criatura
sometida a las leyes del otoño
sobre la losa imaginada
de una tumba tallada con tu nombre
caía a plomo su corazón helado,
entre la turbia ralea de las brumas
que acechan la memoria
y un resplandor cercano
al rostro lívido
que ensayaba esa mueca de imposible perdón,
de adiós abrupto,
feroz, indescifrable.
jueves, 16 de abril de 2009
domingo, 12 de abril de 2009
Foto

como un cansancio nuevo
las cortinas
se balancean apenas
como barcos
anclados en el fondo sin que cuente
el pensamiento inquieto
de las aguas
su danza caprichosa
solo
tirado en una cama
en medio de una tarde de calor
evalúa
como quien mide a ojo
las desventajas y ventajas
que depara
el ejercicio inevitado
inevitable
de su libre albedrío
martes, 7 de abril de 2009
CICATRIZ II
(Fragmento)
El tiempo, para nosotros, es una línea recta,
en la que colgamos nuestras narrativas.
Para el paisaje, sin embargo, todo es un circular
De estación en estación, la cola de la serpiente en la boca de la serpiente,
No hay línea para una historia lineal.
En su vasta rueda, en su rotar sin fin,
no hay vidas que cuenten, ni una.
Difícil imaginar que nadie cuenta,
que sólo la vida perdura.
Al contrario de las estaciones, nuestras camisas no mudan,
Lo que sea que veamos no nos ve,
no importa cuán fijamente miremos,
La lluvia en sus aretes plateados contra los troncos de roble,
La lluvia en su segunda piel.
Apiádate de la gente, Señor, apiádate de sus idas y retornos,
Apiádate de sus suntuosas trincheras
contra la oscuridad.
Muéstrales la forma en que funciona la tierra.
Muéstrales su tamiz, las secuelas y el intermedio.
Los días húmedos son su propia recompensa de momento,
el intervalo de la basura y el destello del guijarro.
(De: Charles Wright, Scar Tissue. FSG 2007. Traducción de G. A. Chaves.)
El tiempo, para nosotros, es una línea recta,
en la que colgamos nuestras narrativas.
Para el paisaje, sin embargo, todo es un circular
De estación en estación, la cola de la serpiente en la boca de la serpiente,
No hay línea para una historia lineal.
En su vasta rueda, en su rotar sin fin,
no hay vidas que cuenten, ni una.
Difícil imaginar que nadie cuenta,
que sólo la vida perdura.
Al contrario de las estaciones, nuestras camisas no mudan,
Lo que sea que veamos no nos ve,
no importa cuán fijamente miremos,
La lluvia en sus aretes plateados contra los troncos de roble,
La lluvia en su segunda piel.
Apiádate de la gente, Señor, apiádate de sus idas y retornos,
Apiádate de sus suntuosas trincheras
contra la oscuridad.
Muéstrales la forma en que funciona la tierra.
Muéstrales su tamiz, las secuelas y el intermedio.
Los días húmedos son su propia recompensa de momento,
el intervalo de la basura y el destello del guijarro.
(De: Charles Wright, Scar Tissue. FSG 2007. Traducción de G. A. Chaves.)