lunes, 7 de febrero de 2011

Kenneth Rexroth

La poesía ha cambiado poco en el curso de los siglos,


los temas siguen siendo los mismos.

Por amor de Dios, despójate de tus vestidos y

métete en la cama,

no vamos a vivir eternamente?.

Los pétalos se caen de la rosa?,

también nosotros nos caemos de la vida,

los valores caen de la historia igual que los hombres bajo las bombas.

Sólo una mínima parte sobrevive,

sólo un logro desconocido,

que podrá ser grabado sobre las lápidas

de todos los campos de batalla:

Pobre diablo, nunca se enteró de nada?.

Dentro de mil años,

hombres con gafas vendrán con sus palas,

y darán conferencias en las universidades sobre los progresos

y los atrasos culturales.

(...)

Este año hemos hecho cuatro grandes ascensos,

hemos acampado durante dos semanas en lo alto de la montaña,

hemos observado cómo Marte se aproximaba a la tierra,

y cómo se extendía la aurora tenebrosa de la guerra

sobre el cielo de una civilización decadente.

Estos son los últimos años terribles de la autoridad.

La enfermedad ha alcanzado un punto crítico.

Diez mil años de poder,

el combate entre dos leyes:

el reino del hierro y la sangre derramada,

contra la persistente solidaridad de la sangre y el cerebro

que aún están vivos.