martes, 22 de julio de 2008

Yves Bonnefoy sobre Goya. Arte y Dolor.


«La enfermedad condujo a Goya a un estado de plenitud creativa y de extraña lucidez. Tanto por el efecto que el aislamiento tuvo en su personalidad como porque quiso sobreponerse a las enfermedades en casa de un amigo cuya excelente colección personal reunía las obras más inquietantes de Blake, Füssli o Piranesi. Goya pintaba desde el borde del abismo. Y percibía que lo único real es que todo es ilusorio. Todo es ilusorio menos el dolor»


«Goya no confía en la ilusión divina ni en otras maneras de inmortalidad que podríamos considerar convencionales» «Nos descubre que ha experimentado un misterio interior que en nada se parece a la simple realidad. Pero también es consciente de las dimensiones del vértigo. Son impresiones que provienen de una fuerte intuición y que él expresa con mayor sobrecogimiento en los murales de las pinturas negras».

Las concibió para sí mismo como caja de resonancia de su mundo interior. Goya era consciente de haber llegado más lejos que sus congéneres. No sólo en virtud de sus méritos técnicos y en razón de sus hallazgos vanguardistas. Más bien por la convicción de encontrarse artística y espiritualmente al otro lado de la montaña, con otros amaneceres y con otros crepúsculos que sus vecinos de Burdeos no podían imaginarse.
«Aquí se produce, por tanto, otra expresión dialéctica», el orgullo personal de Goya cohabita con su conciencia de la compasión. Goya ha descubierto con dolor que es un artista. Subyace una ambición, una consagración total a su obra. Y, al mismo tiempo, manifiesta una conciencia del prójimo, la certeza de que debemos ser compasivos sin pretender recibir nada a cambio de esa sincera compasión».

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