domingo, 20 de julio de 2008

Fatal


Miró en sus ojos
la suerte decidida:
-siempre hallaría razones para hundirse
en destellos verdosos
que acaso vela el placer
por un instante
sometido al vaivén,
la inquietud de los párpados-
Supo ignorar su pequeñez
ese desgarro de rústico telar
cubriendo apenas las verguenzas.
Nada podía decir
la voz disuelta
como la arcilla blanda que se inmola
en una última
inútil máscara.
Tal vez
la desesperación
empujó intentos
como brazadas contra el aire
o insensibles responsos que se pierden
como se perderá enseguida
el rastro de sus huesos
en los años que sigan a estos años,
a su entrada temprana
en el puntual palacio del olvido.
Leyó la cifra marcada en sus pupilas.
Ahora
iría a hundirse en el océano infinito,
y allí en el fondo
se sumaría a algún espíritu grandioso
el que soporta los barcos y los hombres
sobre una línea
sinuosa, quebradiza
como si fuéramos
sólo un levísimo respiro
que no inmuta ni hiere
-no deja marcas-
en la corriente apática del agua.

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