martes, 29 de abril de 2008

Páginas definitivas


Esas que releerías siempre, como esta pequeña gran obra de Joyce que es "Giácomo Joyce". Si te apuran, hasta lo cambiarías por el mismísimo Ulises.





Mis palabras en su mente: frías pulidas piedras naufragando en un cenegal.

Esos helados dedos quietos han tocado las páginas, impuras e inmaculadas, en donde mi vergüenza resplandecerá para siempre. Quietos y fríos y dedos puros. ¿Se habrán equivocado alguna vez?


Su cuerpo no huele: una flor sin aroma.

En las escaleras. Una fría mano frágil: timidez, silencio: oscuros lánguidos ojos inundados: desgaste.

Arremolinadas guirnaldas de vapor gris sobre el brezal. Su rostro ¡qué grave y gris! Cabello húmedo enredado. Sus labios aprietan suavemente, su suspirante aliento me llega. Besada.

Mi voz, agonizando en los ecos de sus palabras, muere como la cansada voz sabia del Eterno llamado a Abraham a través de colinas retumbantes. Se recarga en la pared acolchada: odalisca cincelada en la oscuridad lujuriosa. Sus ojos han bebido mis pensamientos: y en la mojada caliente bienvenida de su femineidad entregada, mi alma, disolviéndose, ha derramado y vertido e inundado una líquida y abundante simiente... ¡Que la posea ahora quien quiera!

2 comentarios:

Puck dijo...

Y también, Inés, ahí mismo en Giacomo: "rancio humor amarillo entre la blanda pulpa de los ojos". Me gusta mucho eso junto a esto otro (que vos citás): "Arremolinadas guirnaldas de vapor gris sobre el brezal".
Giacomo es pura simiente.

inx dijo...

Sí. Es un ejemplo de lo que considero bello, un horizonte literario. Además tiene la carga de lo que le pasaba con su alumna en ese momento, el rapto de inspiración que es como el rapto de amor, o de locura, ¿no te parece, Puck?