viernes, 30 de julio de 2010

Verte ver

Daría lo que tengo
que es a menudo, nada:
astillas, polvo, espuma
sobre el gris tegumento
que recubre los días;
daría lo que, a fuerza de entusiasmo,
consideré  fortuna
por ver
tus ojos otra vez
fijados a una cosa irrepetible,
hundidos
en la carne de algo insospechado y vasto,
trepanando
-a fuerza de ser claros-
los huesos de la sombra,
fascinantes,  durísimos
para la edad final de estos carnívoros
humanos degradados.

Apuesto
que en nada mermaría mi tristeza expansiva
sin embargo,
ese halo inmaterial
tan caprichosamente azul
(azul y caprichosa es la memoria)
adherido a materias novedosas,
abriría un camino
de luz
en la espesura.

No hay comentarios: