viernes, 20 de febrero de 2009

Jardín de los fugitivos




La presión fue tan fuerte
que desató explosiones muy violentas
esas nubes de fuego, al enfriarse,
cayeron como lluvia de cenizas,
y así se sepultaron las ciudades
que emergieron más tarde, talladas en el tiempo,
de tiempo y fuego al fin, endurecidas:
Pompeya y Herculano
eternas como piezas de un gran juego
más allá del estruendo del Vesubio.
Un rugido de furia subterránea
y esas aguas viscosas
descorrieron su oleaje de ardor, sílice, truenos
inundando las calles
atrapando los gestos susurrantes,
(poses de falso amor que ensayaban las lobas)
sobre un piso esmaltado, en los suburbios
o el trabajo de un hombre que empuñaba el martillo,
o una azada en el huerto,
estremeciendo al perro que su amo condenara
atándolo a la puerta de la casa,
y a Plinio que soñó que el mar ardía
de pie, sobre la playa. Fuego que sería piedra
y todo lo cubría, los cuerpos que intentaban escaparse
hacia el jardín penúltimo
(no hay refugio del cielo, no habrá, jamás, no hubo)
ni orando por tu muerte o por tu vida,
los amantes, apenas despegados
-como en el mar del sueño que separa-
cada uno en su cárcel,
los niños con sus pasos, sin remedio, brevísimos,
los viejos con su ceño airoso o resignado
-no sorprende el dolor si se ha vivido años-
sorprende, sin embargo
si te ocurre pensarlo, si lo miras
desde este oscuro tiempo, en estos días,
ese parque de estatuas del pasado
exhibiendo ante el mundo
una fuerza latente y poderosa
capaz de unir en suaves vaivenes nuestras bocas
o descargar sin más, sobre todos nosotros
la fiereza del fuego, las navajas del viento,
la impiedad de las aguas, o el látigo del rayo.

5 comentarios:

AOF dijo...

Estuve en Pompeya hace poco más de 17 años (octubre del 91'), vagué un día entero por lo que fue la ciudad, siempre recuerdo los cuerpos de piedra, como toscas esculturas con el horror aún tallado en lo que queda de sus caras. Me acuerdo que miraba largamente cada cuerpo tratando de entender que eso no era en realidad una estatua, el horror, la angustia...en fin.
Este poema me hizo revivir todo ese torrente de emociones de aquel día soleado de otoño en Pompeya. Lejos lo mejor que leí hoy. Excelente.
Saludos

inx dijo...

Gracias, Maguila, yo no tuve la suerte de caminar Pompeya más allá de la Av. Sáenz, pero para eso están la literatura, la pintura, la fotografía. Aceptaría pasaje y estadía pagos, sin embargo. Como dijo Groucho Marx: Tengo estos principios, si no le agradan, tengo estos otros. Saludos.

AOF dijo...

Bueno, por el poema, es como si hubieses estado allí el mismo día que yo. Y sí, lo mío fue suerte, fue la primera y ultima vez que fui más allá de Argentina-Brasil-Chile. Mucha, pero mucha suerte, algún día te cuento.
Saludos

Anónimo dijo...

Me encanto....Ya llego en lunes como una navaja del viento en la Suzuki. saludos
Mariano

inx dijo...

El regreso del llanero solitario...