martes, 9 de septiembre de 2008

Woody bromeaba

Acá lo decimos seriamente.

Las listas de Metterling

Por fin, Venal & Sons acaba de publicar el primer volumen tan largamente esperado de las listas de ropa de Metterling (Las listas completas de ropa de Hans Metterling, vol. I: 437 págs., con una introducción de XXXII págs.; índice; $ 18,75), con un comentario erudito del conocido estudioso de Metterling, Gunther Eisenbud. La decisión de publicar esta obra por separado, antes de que se termine la inmensa oeuvre en cuatro volúmenes, es satisfactoria e inteligente ya que este libro contumaz y espumeante dejará de inmediato sin efecto los desagradables rumores según los cuales Venal & Sons, después de haber cosechado sustanciosas ganancias con las novelas, obras de teatro, cuadernos de anotaciones, diarios y cartas de Metterling, sólo procuraba seguir embolsando copiosos beneficios con el mismo material. ¡Cuán errados han estado los propagadores de esos rumores! Por cierto, la mismísima primera lista de ropa de Metterling

LISTA Nº 1
6 pares de calzoncillos
4 camisetas
6 pares de calcetines azules
4 camisas azules
2 camisas blancas
6 pañuelos
Sin almidón
es la perfecta y casi sublime introducción a este genio problemático, conocido por sus contemporáneos como el «Raro de Praga». Esta primera lista fue garrapateada mientras Metterling escribía Confesiones de un queso monstruoso, obra de sorprendente importancia filosófica en la que probó no sólo que Kant estaba equivocado acerca del universo, sino que tampoco había cobrado nunca un cheque. La repugnancia que sentía Metterling por el almidón es típica de la época, y cuando este paquete de ropa le fue devuelto demasiado rígido, Metterling se puso de mal humor y sufrió un ataque de depresión. Su ama de llaves, Frau Weiser, comunicó a unos amigos que «hace días que Herr Metterling está encerrado en su habitación llorando porque le han almidonado los calzoncillos». Breuer señaló ya en varias ocasiones la relación entre los calzoncillos almidonados y la sensación permanente que tenía Metterling de que hablaban de él hombres con carrillos (Metterling: Psicosis paranoica-depresiva y las primas listas, Zeiss Press). Este tema de la incapacidad para seguir instrucciones aparece en la única obra teatral de Metterling, Asma, cuando Needleman lleva por equivocación al Valhalla la pelota de tenis maldita. El evidente enigma de la segunda lista

LISTA Nº 2
7 pares de calzoncillos
5 camisetas
7 pares de calcetines negros
6 camisas azules
6 pañuelos
Sin almidón
radica en los siete pares de calcetines negros, pues hace ya mucho tiempo que es vox populi que Metterling era sumamente proclive al azul. Sin duda, durante años, la mera mención de cualquier otro color le ponía hecho una furia y en cierta ocasión dio un empujón a Rilke y le hizo caer sobre un montón de miel porque el poeta dijo que prefería las mujeres de ojos castaños. Según Anna Freud («Los calcetines de Metterling como expresión de la madre fálica», Journal of Psychoanalysis, nov. 1935), este cambio súbito a ropajes más sombríos está relacionado con la infelicidad que le produjo el «Incidente de Bayreuth». Allí fue donde, durante el primer acto de Tristán, no pudo contener un estornudo e hizo volar el peluquín de uno de los más ricos patrocinadores del teatro. El público se convulsionó, pero Wagner salió en su defensa con el ahora ya clásico comentario: «Todo el mundo estornuda». Para colmo, Cosima Wagner estalló en sollozos y acusó a Metterling de sabotear la obra de su marido.
Ya nadie duda de que Metterling se sentía atraído por Cosima Wagner; sabemos que una vez la cogió de la mano en Leipzig y cuatro años más tarde, una vez más, en el valle del Rhur. En Danzig, se refirió tangencialmente a la tibia de Cosima durante el transcurso de una tormenta y ella decidió que era mejor no volver a verlo nunca más. De regreso a su casa en estado de agotamiento, Metterling escribió Pensamiento de un pollo y dedicó el manuscrito original a los Wagner. Cuando éstos lo utilizaron para calzar la mesa de la cocina, que tenía una pata más corta, Metterling se enfadó y se cambió a calcetines oscuros. Su ama de llaves le rogó que conservara su azul tan amado o que, por lo menos, hiciera un intento con el marrón, pero Metterling la maldijo exclamando: «¡Perra, ¿y por qué no escoceses, eh?!».
En la tercera lista...

Las listas de Metterling. Para acabar de una vez por todas con la cultura. Woody Allen.

1 comentario:

Franco dijo...

Ja ja ja.
Genial este Woody.
Que alguien llore porque le almidonaron los calzoncillos es sublime.