viernes, 26 de septiembre de 2008

Versión


Y no diría dolor; es más que eso
viene de algún país atroz
que no conoce su mirada.
Posado
como un pájaro indolente
en la cornisa mínima de la ventana
fotografía el tumulto de la calle
desde su ojo desierto.
La vida es lo que a veces le parece:
la mezcla indecorosa
que se da en las gavetas
de una oficina de objetos olvidados
un destino
provisorio, o absurdo
para cosas que no han tenido un alma.
Acumula
paraguas o pañuelos
cuadernos
o manojos de llaves que no abrirán más puertas
cajas con fotos de un verano
que ha ido ajándose
como los que al sol sonríen
una vez que están lejos de la playa
y sus trajes de baño se endurecen
entre restos de arena
o la
polilla de un cajón sombrío
en la esperable humedad de un viejo armario
los devora
herida de invernal aburrimiento.
Viene de allí
sabe
que ha dejado su casa
o que no hubo
fuera de la ilusión y sus pinceles
(fieles al pulso que dirige los trazos)
jamás
ni techo ni paredes ni un abrigo
ni un fuego que
-aunque pálido-
reúna dos versiones
solitarias del frío.

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