sábado, 9 de agosto de 2008

La gracia, o el imperio reloaded.


La fastuosa, perfecta, bella, impecable inauguración de los juegos olímpicos en Beijin, parece decirle al mundo: señores, esto es un Imperio. Seis mil años de cultura, una tradición filosófica que elude el culto a la personalidad, poder económico, militar, tecnológico, un floreciente comunismo devenido en capitalismo de estado, con el control de la prensa y los medios de comunicación, una población innumerable emigrada hacia todos los puntos cardinales del planeta, extendiéndose lentamente en casi todas las comunidades: europeas, norteamericanas, sudamericanas, arrastrando su lengua, sus productos, sus costumbres, sus negocios, en una lenta invasión colonizadora del mundo occidental. Es fácil pensar que como aquí, (aunque por otros medios) los años de comunismo "a la china" despojaron a este pueblo de sus dioses, de su contacto con las líneas tradicionales de su pensamiento, relegando esa profunda necesidad de los hombres al estrecho desván de las supersticiones, o un mero folklore de coloridas máscaras. Pero también se nos impone advertir de esta evidencia: cuidado, Oriente tiene la implacable decisión que provee la antiguedad de algo, su apariencia de eternidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí, todas estas puestas en escena, como por ejemplo la inauguración del mundial francés, me parecen excesivas hasta el agotamiento. Pero en el caso chino más aún. Pensaba, cuando el locutor refería a los miles de años de antiguedad de los tambores o de ese tipo de ceremonia con tambores, qué le pasaría al pobre chino que pifiara durante la ceremonia, cuál sería el castigo del comisario que lo vigilaba. O cuántos murieron para que ese que golpea el tambor fuera elegido en semejante responsabilidad, tan cara a los intereses del partido y sus líderes. O por qué refieren a cierta tradición milenaria cuando el culto a la personalidad transformó a cientos de millones de personas en meros obedientes funcionales al poder. Más que imperio, imaginé un inmenso campo de concentración disfrazado de estado próspero. No me gustan los chinos, que me disculpen, va por fuera, por el lado de esa generalización por volumen que apabulla. También les temo, los creo capaces de cualquier cosa, peores que el más fanático talibán o fiel verdugo de la Santa Inquisición. Me viene a la mente el Khmer Rouge y se viene el escalofrío.

inx dijo...

Bueno, distigamos a "los chinos" de su gobierno. A mí sí me gusta su cultura, por eso titulé el post con el nombre de un hexagrama, La Gracia. Gracia es adorno, forma que requiere un contenido. La mera forma, su exceso, habla del estado del mundo del que los chinos forman parte.