jueves, 28 de agosto de 2008

Ensamble

La armonía invisible es mayor que la armonía visible.
Heráclito


Dulce en sus modos
con dedos suaves te despega
-como si alas
de una débil
mariposa tardía-
la sudorosa espalda de las sábanas.
Todo temblor renuncia,
rendido a esa inaudita claridad
te dejarás llevar por la corriente
del doméstico río que nos mece.

Apenas un suspiro concentrado
te humedezca los labios
sellados estarán
por esa fuente verdadera

en la que sólo habrás bebido
alguna vez
lejana y encubierta
en los pliegues de un tiempo que transcurre
brevemente infinito,
si confías.

Si te abres ahora,
en el lapso que media
en dos latidos
sístole y
diástole
pulso inaudible de tu sangre,
te será dado
como el oro en la palma de una mano
el sabio corazón de música que traen
estos viejos violines
que por las noches lloran

largas sonatas,
y cantan
-siempre a lo lejos-
con la voz de los sueños que fallaron
oscuras y certeras elegías.



1 comentario:

Carlos Mamud dijo...

Alucinante poema Ines¡¡¡¡¡