domingo, 15 de junio de 2008

Plegaria a los que invocan la memoria

No me interesa la explicación real de los acontecimientos reales. Tengo una pésima memoria. Por lo demás, los hechos son siempre intercambiables. Me interesa el momento imaginativo, quiero decir: lo fantasmal de los acontecimientos.
Robert Musil


Madera dura que se astilla
en el golpe imperfecto
de las hachas sin filo,
la dentadura vieja de los tiempos
devenidos presente
pretensioso.
No impriman,
por favor
con negra tinta espesa de periódico
las huellas de este monstruo memorioso,
no nos den a beber
del falso tónico,
no inventen
-disueltos en el humo
que flota aún
por sobre las cenizas de lo ardido-
una resurrección ineficaz
(no digo inútil)
sin el aire que tenga
una idea del soplo
mucho menos
incalculablemente mucho,
no me mientan la vida
la vida
tan caprichosa muestra
de rápidos resúmenes
que no anima jamás
otra cosa
que esa inquietud mayor
en que nos sume
otra vez y
otra vez.
Temor, tenemos
más temor
mayor incluso
que el odio que criamos
en un vientre repleto de vacíos
temblamos otra vez porque sabemos
no podremos saber
cuál será
cuál vez
qué vez
la última
ni de dónde surge el filo inesperado
de las hachas exactas
ni la mano
tan enorme o
pequeña
-¿pequeña en relación a qué infinitos?-
que en el final,
la empuñe
y la descargue al fin
-al fin del fin-
sobre todos nosotros.

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