sábado, 21 de junio de 2008

Cuento de invierno



yo entraba en esos cuentos
como toda criatura alucinada
con el mentón hundido
en los brazos en cruz sobre la mesa
sentía la espesura de la selva
veía
el fulgor de la arena en el desierto
bajo el sol sin piedad
que afiebraba a los hombres
las olas salpicaban
nuestra canoa rota
y unas islas antiguas
dibujaban
al fin un horizonte de sosiego
yo seguía la música
de tu sinuosa voz
perseguía
cada mínimo signo
que marcara sus líneas en tu cara
los vaivenes
de la luz de la lámpara
bañando tu sonrisa
o tiñendo tus ropas
a medida
que llegaba la noche
por entonces
sin moverme, más quieta
que lo que aún no acaba de nacer
yo viajaba
a caballo de letras
que traían
hasta tu boca
aquel enorme corazón que regalaste
a unos perros famélicos
que asolaban la calle
y del secreto dorado del amor
que acunaste en el mundo
brotaba una flor clara
que acaso nunca viste
crecer
prendida de la chispa de mis ojos
que tanto te admiraban,
pero yo ya sabía.

2 comentarios:

Laviga dijo...

Precioso.

inx dijo...

Si te digo que me encantó tu último post, dirán que nos tiramos flores...
Y bueh, que hablen.