jueves, 9 de diciembre de 2010
Riberas
Riberas,
bastan algunos tallos de espadaña
péndulos de un ribazo
sobre el delirio del mar;
o dos camelias pálidas
en los jardines desiertos,
y un rojizo eucalipto que se bañe
entre susurros y locos vuelos
en la luz;
y he aquí que en un instante
invisibles hilos a mí me apresan,
mariposa en tela de araña
temblores de olivo, miradas de girasoles.
Dulce cautividad, hoy, riberas
de quien se entrega casi
a revivir un antiguo juego
nunca olvidado.
Rememoro el acre filtro que ofrecisteis
al confuso adolescente, oh playas:
en las claras mañanas se fundían
dorsos de colinas y cielo; en la arena
de las orillas un amplio batir, uniforme
estremecerse de vidas
una fiebre del mundo; y cada cosa
en sí misma parecía consumarse.
Oh alboroto de aquel tiempo
como el hueso de sepia en las olas
desvanecerse poco a poco;
volverse
un árbol rugoso o una piedra
limada por la mar; fundirse
en los colores de los ocasos; desaparecer carne
para surgir naciente ebria de sol,
por el sol devorada...
Eran éstos,
riberas, los votos del muchacho antiguo
que junto a una roída balaustrada
lentamente moría sonriendo.
Cuánto, mares, estas frías luces
hablan a quien afligido os huía.
Láminas de agua mostrando entre aberturas
frágiles ramajes; rocas oscuras
entre espuma; flechas de vencejos
vagabundos . . .
¡Ah, podía
creeros un día oh tierras,
bellezas funerarias, áureas cornisas
en la agonía de cada ser.
Hoy vuelvo
a vosotras más fuerte, o así lo creo, aunque el corazón
parece desatarse en recuerdos alegres—y atroces.
Triste alma cansada
y tú voluntad nueva que me llamas,
es tiempo quizá de uniros
en un tranquilo puerto de sabiduría.
Y aun llegará un día el convite
de voces de oro, de lisonjas audaces,
alma mía no más dividida. Piensa:
trocar en himno la elegía; rehacerse,
no desfallecer más.
Poder
igual que estas ramas
ayer secas y desnudas y hoy llenas
de estremecimientos y linfa,
sentir
mañana también nosotros entre los perfumes y los vientos
un refluir de sueños, un loco urgir
de voces hacia un fin; y en el sol
que os inviste, riberas,
reflorecer!
Eugenio Montale
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