la ciudad es una bestia oscura, lustrosa, desmembrada
que ha emergido del agua,
la llovizna evapora los restos del sentido
-todo es barro en el fondo-
y nosotros erramos, en pos de algún lugar
que pueda ser un templo, ya sin ídolos
donde se dé la epifanía nuevamente:el destello de los ojos en los ojos, la comunión del pan
y el pez que se duplica en el sangrar del vino
erramos como una manada de corderos que se mecen
ya sin la paz del tallo más dócil de los trigos
desamparados todos en tan lisa geografía,
esta pampa de sueños nebulosos y vigilias eternas,
siempre de espaldas al oleaje que promueven los vientos
en el hueco arcilloso que es el centro preciso
del alma de este río