sábado, 31 de octubre de 2009

Claudio

Necesitabas estar cerca del agua
bordear el río, vadear la orilla del océano
respirar la humedad, mojarte con la lluvia
sentir cómo es que cruje
el parche del tambor de la garúa
mientras los pasos, apenas cuidadosos,
deshacen los espejos casuales de los charcos.


Tal vez siempre fue así, pero creció la inmensa red
y en los años oscuros,
las arañas, pacientes, restauraron de a poco
sus nidos en el páramo.
Cercano desde siempre, me contabas
unos años remotos de tu vida
trabajabas, (me pagaban por eso)
cuidando el cementerio de un pequeño pueblito,
al sur de Italia.
Tenías que cortar al ras el césped, regarlo,
lustrar, apasionado, el bronce de las placas,
u organizar con arte los ramos
que ponían colores al blanco de las lápidas.
Eras así (o así te convertiste)
en una especie de callado pastor,
el bucólico guía de un rebaño de muertos.
Tu oficio era cuidar que no se rasgue
la fina capa
de esa vida que cubre
con un manto de césped, de lilas, de amapolas
lo que se hunde en la tierra
en la raíz de un dudoso más allá,
ocultarle a los ojos
la corrupción del hueso y de la carne,
la decadencia de la idea, o las imágenes.
Decías -me decías, entonces-
cosas tan raras como éstas:


-Me gustaba-
Sentado bajo un árbol
pasé días enteros
sin pensar
sin sed ni hambre ni ganas de fumar.
No deseaba, por fin, ya no deseaba,
entonces no sentía
que me faltara nada.

Y sonreías, después: .
una hilera blanquísima de dientes pequeñitos
esa mirada enrarecida por tus pestañas rubias,
tus hombros que se alzaban, en un gesto de niño.


Casi siempre
terminaban así nuestras conversaciones;
después sonreía yo
y enseguida, los dos
en un silencio que chispeaba como una rama seca
en el centro de un fuego que se apaga,
indolentes o sabios, mirábamos el río.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Acuerdo infrecuente

El lugar, la epifanía en Lazos

domingo, 25 de octubre de 2009

Los libros

"Los libros no valen más que las palabras que contienen. Las palabras son en ellos lo estimable. Lo estimable de las palabras mismas, es el concepto. El concepto va en pos de algo (el objeto). Y aquello, tras lo cual va el concepto, no se puede comunicar con las palabras. Con todo, en el mundo se divulgan los libros por el aprecio que se tiene de las palabras. Aunque el mundo así las aprecia, yo no las juzgo dignas de ese aprecio. Lo que ellos aprecian no es lo que en realidad es digno de aprecio. Lo que puede ser visto son figuras y colores. Lo que puede ser oído son nombres y voces. ¡Triste cosa!
Los hombres del mundo creen que las figuras, los colores, los nombres y las voces pueden bastar para captar sus verdaderas realidades. Pero las figuras, los colores, los nombres y las voces, en realidad, no bastan para aprender su verdad."

CHUANG TZU

P.S. Si todo lo dicho por Chuang Tzu no basta, cuánto menos alcanzará con comprarlos y acumularlos.

sábado, 17 de octubre de 2009

Canción callada

¿Quién cabalgará tus caballos?


Ahora se deslizan tus manos delicadas
por el borde sinuoso de unas crines de piedra,
palpando así la huella de cada fiebre antigua,
el surco del cuchillo del dolor,
la cizaña que crece, prosperando en los huecos,
la sangre, ya reseca, de la última herida.
No hay más que vendas húmedas y humores amarillos
que remedan el flujo de lo que fuera un río
corriendo caudaloso por un paisaje enfermo,
cuerpo,
libro,
tiempo,
caballo de la muerte,
abrevando en las aguas
-soñadas- del desierto
inyectado de azul, en las quijadas
como una hoja nueva, de sutil nervadura.
Tu alma se ha soltado, se desprende
de unas riendas delgadas
que resisten, a veces,
con la fuerza del hierro que se anuda
en cadenas que tienden hacia atrás y hacia abajo.
Pero ahora es tan leve que se aisla y se fuga
como lo hace
en la tarde de viento, una pequeña nube
que el cielo habrá disuelto
en un rapto, en un rato, fatal, ante nosotros.
Suspiramos, cansados, sobre un cristal quebrado
que se empaña de bruma, como una nota vana,
te lloramos pensándonos jinetes, pero
¿quién podría montar tus desnudos corceles
que bajan la cabeza, paciendo abandonados?
De este lado la pena, con sus golpes monótonos
cabalga las palabras de los que estamos vivos.

viernes, 16 de octubre de 2009

Relevando pruebas, aceptando evidencias, en Lazos.

jueves, 15 de octubre de 2009

Por las gordas

Qué regalar en el día de la madre. Aunque también nos queda éste:
"

El gran D.T.



Más Pedemonti que nunca.

miércoles, 14 de octubre de 2009

sábado, 10 de octubre de 2009

Enlace

La fortuna en Lazos de seda

viernes, 9 de octubre de 2009

Aún

Ferdinand Hodler


..."No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza"...


Antonio Gamoneda

sábado, 3 de octubre de 2009

Los medios

sin ley, en Lazos de seda

Modos de ver el vaso


Paradojas de la crítica
¿medio lleno o medio vacío?

Como si


















Debajo de los arcos, en
el centro de una oculta simetría,
el corredor te roza
como una idea de fuga.
Y es entonces que buscas
el aceite que no quemó en las lámparas
su tímida confianza en un futuro.
Raspando con tus uñas rotas
ese fondo bruñido del metal,
su pátina verdosa, primogénita
de la escencial oscuridad y el desconcierto,
serás la virgen hundida y exaltada
en el ritual del sacrificio.
Sangras
como quien, puerilmente
cree vivir su vida
y se alisa el cabello en la cubierta
de un velero celeste, bajo el sol
en el muerto verano de las islas.

La tumba de Keats (fragmento)

Una mujer ha levantado su indecisa mano, todo sufrimiento ha sido un sacrificio estéril,
pronto vendrá el ciervo, pronto el terciopelo verde del invierno cubrirá las lápidas,
nadie sino el cielo podrá recordar cada una de estas piedras por sus nombres,
quién a Coleman y a Curtis, quién a Clara y quién a Jakob,
quién a Trelawny que duerme a dos pasos de la tempestad de Shakespeare,
quién a Severn anciano entre los cinco dedos blancos de su pincel de mármol.
(...)
entornaré los ojos y lloraré ante ti con el lenguaje de las abejas,
la música de Renato Pace que murió en Mathausen y era abril del cuarenta y cinco,
cerraré los ojos y lloraré ante ti con el rocío que deja la mañana en los alambres de púa,
Fabrizi Ceruso caído en Tívoli a los diecinueve víctima de la violencia de estado,
levantaré los ojos y lloraré ante ti como el meteoro del granizo sobre los tejados de cinc,
y ése será el rumor de lo que existe debajo de lo que ya no existe,
el cabizbajo con su perro, la alianza de los tristes con los desesperados,
la oxidación de las fechas y la improbable memoria de los números.

Juan Carlos Mestre