A tu paso dejaste caer las cosas
que traías en las manos
giraste la cabeza y viste todo
aprobando, buscaste
el asiento más cómodo.
Los demás te miraban con los ojos brillantes
y risas excitadas venían de la cocina
cabalgando un aroma, un perfume de especias,
un calor renovado.
Todo suspiros y gritos y sorpresas
cuando el mago probaba
la eficacia de un truco
sumergiéndose a medias
en una gran valija
con tarjetas colgantes de palabras escritas
en una lengua extraña.
Después era el esbozo
de millones de historias incompletas
de imágenes de llantos de nombres de los muertos
de la charla en voz baja y luego el sueño
infinito y pobrísimo
y amanecer tan tarde
en esa cama ajena
de tu perdida casa.
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