Aunque apenas se trate
de cruzar un saludo,
unas obvias palabras,
una regla mundana de simple cortesía
te sé, porque presiento
antiguas vecindades
de tu alma y mi alma,
porque hay en el fondo de los ojos
un destello al unísono,
la secreta armonía de la música
que nadie más escucha
en este aire liviano de septiempre.
En lo alto del árbol
¿ves que las copas reverdecen y se agitan
como humanas doncellas en vísperas del día?
Este cruce es señal de un desencuentro
planeado en el origen
por dioses caprichosos
-como niños tiranos-
que han decidido ahora
dejar claro que aquello no ha de ser esta vez
de ningún modo:
entre nosotros, sólo
la veladura del futuro
y el pasado, que es sombra, tiznándonos la frente.
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