A la luz poderosa
del neón azulado del cartel de la calle
tu cara se transforma,
pez o águila, araña transparente,
pantera maliciosa
te sobran argumentos
para volver ceniza cada instante pasado,
incendiando los años vas desde enero a diciembre
de pie, como un guerrero
sin piedad,
un general adusto
al frente de una hilera de vencidos soldados.
Vas y vienen
las fotos que atesoro y aquellas que persiguen
las horas de la noche
altísimas y crueles,
como una serie negra de dolor sin reposo,
una cinta de hambres.
Veo un tipo tendido que duerme en la vereda
impasible de alcohol, respirando su muerte
con impaciencia lenta.
una chica desnuda que se ofrece
asomada al gran auto donde apoya sus tetas
y unas manos oscuras, desde adentro
que negocian caricias, regateando.
Estamos en la feria
este es mudo horror que proclaman estatuas
de apariencia real, es el parque siniestro
que cercarán más tarde, es el templo y sus ruinas:
nadie aquí se ha besado ni ha hallado las palabras
que conducen al próspero otro mundo,
no se oye la voz que dirige las almas
hacia el jardín del cielo. Las noches no se estrellan en este tiempo último.
Esperamos el rayo
el destello cargado del poder del castigo,
el uno junto al otro
violentando
la sacra soledad de las últimas cosas
que podrían salvarnos.
No hay condición más frágil que este sutil respiro
ni sendero que lleve de vuelta a la inocencia.
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