Se crispaba la mar,
(su ira en olas)
arreciaron las furias que cabalgan los vientos,
llovió incansablemente
sobre las tejas que antes presionaba la nieve,
y aún
se percibía una luz,
calentaba los huesos aquél pequeño fuego. La hemos visto,
erguida,
con sus enfermos ojos de tan vasta mirada,
firme en sus pies,
de oro impasible
en la degradación de la belleza.
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