martes, 9 de diciembre de 2008
Marca
Las uñas afiladas
contra muros de piedra
rasgan la seda
hunden
sus garras en el pliegue,
surge entonces
el cordón prolongado de la sangre.
Bebe
con lengua ávida
esa roja humedad avergonzada
débil
porque la seda cubre
su inmaterial idea,
un incipiente grumo que es su suave
manera de posarse sobre el mundo.
Una trenza granate lleva al punto
donde el hilo se rompe
(habrán tejido el tiempo en un telar sombrío)
él la expone desnuda
a las huellas moradas
de un astillado amor que abaten las corrientes
furiosas de las islas
su pálida figura es mascarón de naves
que en los surcos del mar
han disuelto de a una
esas fuerzas estériles
que impulsaban la vida.
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