jueves, 28 de agosto de 2008

El león en invierno, o la miel de la amargura


Un par de años después de Anna Karenina, Tolstoi escribió esta pequeña obrita, "Confesión" donde da cuenta de su desesperada búsqueda por hallar un destino trascendente, más allá de la gloria y los placeres mundanos que ya había logrado. Un testimonio de índole moral, espiritual, un certificado de insatisfacción, que incluye - aún utilizándola- a la escritura.

"Un viajero fue perseguido por una furiosa bestia en un descampado. Escapando de la bestia, él logro introducirse en una gruta; pero, tan pronto como se introdujo, vio en el fondo de la gruta un dragón que abría sus fauces para devorarlo. El muy desafortunado, había quedado en una posición intermedia en la que si subía seria devorado por la bestia que lo perseguía y si seguía cayendo seria devorado por el dragón, así que logró aferrarse a una rama que salía de una grieta y quedo colgado de ella. Sus manos fueron debilitándose cada vez mas, hasta que le pareció que pronto tendría que resignarse a la destrucción que le esperaba, lo mismo arriba que abajo, pero él siguió aferrado. Entonces, vio como dos ratones, negro el uno y blanco el otro, se daban a la tarea de pasar royendo una y otra vez la raíz de la rama de la que él colgaba. Pronto la raíz se desprendería y él caería dentro de las fauces del dragón. El viajero se percató de su desesperada situación y supo que perecería inevitablemente. Pero, mientras seguía colgado logró otear unas gotas de miel en las hojas de la rama, las alcanzo con la lengua y las lamió.

Así es como yo estoy: colgado de la rama de la vida, conciente de que el dragón de la muerte me espera, para destrozarme; y no puedo entender cómo he llegado a este tormento. He intentado lamer la miel que antes me consolaba, pero ya no me otorga placer, y los ratones del día y de la noche terminaran por roer la rama de la que cuelgo. Mientras veo tan claramente al dragón, la miel ya no me resulta dulce. Sólo veo al ineludible dragón y a los ratones, no puedo apartar mi mirada. Está no es una fábula, sino la verdad incontestable, inteligible para todos.

La decepción que me han dado los placeres de la vida, que antes alejaban de mí el terror al dragón, ya no me consuelan. No importa que repetidamente me digan: “tú no puedes entender el sentido de la vida, no pienses en ello, tan sólo vive”, ya no puedo seguir haciéndolo: lo he hecho ya demasiado. El paso del día y de la noche ya no está a mi servicio, pues me acerca a la muerte. Esto es todo lo que puedo ver, esa es la única verdad. Lo otro es falso.

Los dos goterones de miel que servían de consuelo a mis ojos frente a la cruda realidad: el amor de mi familia y la escritura -yo lo llamo arte- ya no me resultan algo dulce.

León Tolstoi

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