Sólo es dinero, señores
lunes, 23 de agosto de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
martes, 10 de agosto de 2010
sábado, 7 de agosto de 2010
De otros
No se ven las razones
-algo turbio las vela-
no aparece el motivo
sobre la superficie,
no flota sobre el agua
el pañuelo perdido
ni la pared recita
una palabra negra
de furtiva escritura
insiste, sin embargo,
esa frase robada
en el poema de otros:
no te veré morir (qué marmórea certeza)
y entonces, esa rara cadena se interrumpe
en el paisaje estrecho del sentido
que contemplan tus ojos y mis ojos
-no hay, dijiste que no habría,
lugar donde esconderse si está echada la suerte-
y al fin, estás ahora de espaldas, nuevamente
caminando a lo lejos
y muda te contemplo y vuelvo el cuerpo entero
hacia el plano del mundo donde nadie
conocía el secreto
que incluía tu nombre y otras cosas
todo eso imposible de explicarse
más allá de lo obvio que cualquiera sugiere
cuando tapa lo oscuro con lo oscuro
y disuelve enseguida la pregunta
que jamás se formula y que no puede
contestar sin un ápice de honesto desconcierto
porque todo se ha dicho
hace tiempo y a tiempo
y no hay modo de abrirse a un hecho sorprendente
sin rasgar el papel, o desatar la cinta
dando gracias al cielo, si al fin, está estrellado
o tiritan, azules, los astros, a lo lejos.
-algo turbio las vela-
no aparece el motivo
sobre la superficie,
no flota sobre el agua
el pañuelo perdido
ni la pared recita
una palabra negra
de furtiva escritura
insiste, sin embargo,
esa frase robada
en el poema de otros:
no te veré morir (qué marmórea certeza)
y entonces, esa rara cadena se interrumpe
en el paisaje estrecho del sentido
que contemplan tus ojos y mis ojos
-no hay, dijiste que no habría,
lugar donde esconderse si está echada la suerte-
y al fin, estás ahora de espaldas, nuevamente
caminando a lo lejos
y muda te contemplo y vuelvo el cuerpo entero
hacia el plano del mundo donde nadie
conocía el secreto
que incluía tu nombre y otras cosas
todo eso imposible de explicarse
más allá de lo obvio que cualquiera sugiere
cuando tapa lo oscuro con lo oscuro
y disuelve enseguida la pregunta
que jamás se formula y que no puede
contestar sin un ápice de honesto desconcierto
porque todo se ha dicho
hace tiempo y a tiempo
y no hay modo de abrirse a un hecho sorprendente
sin rasgar el papel, o desatar la cinta
dando gracias al cielo, si al fin, está estrellado
o tiritan, azules, los astros, a lo lejos.
miércoles, 4 de agosto de 2010
martes, 3 de agosto de 2010
Alguna memoria I
Bella que me anuncias una extraordinaria complicación. Tantos
crímenes olvidados reaparecen por ti.
Llega el tiempo de la proeza infatigable frente a tus ojos sin sueño
que ningún diamante puede cerrar.
Ella se expone a las angustias del siglo, usinas de la realidad. Más
explícita se quiere, menos se la conoce. El sueño de los asesinos y
de los poetas es que llegue a tener un rostro.
Para llegar aquí, ella debe atravesar una región de fotógrafos
exacerbados por su asombrosa presencia.
A pesar de su aplicación, estos espectadores sólo se quedarán
con las pruebas delebles de su distancia de la verdad. Es que para
retenerla hubiera sido preciso transformarse en ella, ser ella, y no su
descripción más o menos feliz. Yo me lo repito siempre después de
mis tentativas inútiles.
Ella mantiene la frescura, la diligencia feliz de la vida, por cuya justificación
nos dejamos tentar, hierros de tristeza y de habilidad vergonzosa. Invita
a los hombres, a quienes sabe posibles no por el memorial de sus servicios
sino por la suma de su condición, a un juego de alta conciencia y de
contumancia en el extremos de los enigmas. Ha conseguido así formar una
tribu dispersa por el mundo, cuyos miembros se ignoran mutuamente y sin
embargo reparan en común los hilos rotos de una gran red de belleza.
La jurisprudencia acumulada por las heridas, la imagen del mundo
construida con la memoria de una continua decepción, la torpeza de la
saciedad en el epílogo, todas las apariencias de la consumación se
borran y se anulan en el esplendor de ese deseo que arrastra consigo,
el asombro, el origen y la felicidad del universo y que ella, continuamente,
se complace en inspirar.
RAUL GUSTAVO AGUIRRE
crímenes olvidados reaparecen por ti.
Llega el tiempo de la proeza infatigable frente a tus ojos sin sueño
que ningún diamante puede cerrar.
Ella se expone a las angustias del siglo, usinas de la realidad. Más
explícita se quiere, menos se la conoce. El sueño de los asesinos y
de los poetas es que llegue a tener un rostro.
Para llegar aquí, ella debe atravesar una región de fotógrafos
exacerbados por su asombrosa presencia.
A pesar de su aplicación, estos espectadores sólo se quedarán
con las pruebas delebles de su distancia de la verdad. Es que para
retenerla hubiera sido preciso transformarse en ella, ser ella, y no su
descripción más o menos feliz. Yo me lo repito siempre después de
mis tentativas inútiles.
Ella mantiene la frescura, la diligencia feliz de la vida, por cuya justificación
nos dejamos tentar, hierros de tristeza y de habilidad vergonzosa. Invita
a los hombres, a quienes sabe posibles no por el memorial de sus servicios
sino por la suma de su condición, a un juego de alta conciencia y de
contumancia en el extremos de los enigmas. Ha conseguido así formar una
tribu dispersa por el mundo, cuyos miembros se ignoran mutuamente y sin
embargo reparan en común los hilos rotos de una gran red de belleza.
La jurisprudencia acumulada por las heridas, la imagen del mundo
construida con la memoria de una continua decepción, la torpeza de la
saciedad en el epílogo, todas las apariencias de la consumación se
borran y se anulan en el esplendor de ese deseo que arrastra consigo,
el asombro, el origen y la felicidad del universo y que ella, continuamente,
se complace en inspirar.
RAUL GUSTAVO AGUIRRE
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